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jueves, 20 de septiembre de 2012


Hipólito Mejía y los aspirantes en el PRD
Orlando Gil 
MIENTRAS HIPÓLITO RESPIRE… .- Aunque algunos insisten en el chisme de Miguel Vargas e Hipólito Mejía, los perredeístas con futuro, o que se preocupan por el futuro, sacan su propia agenda y se disponen a desarrollarla, sea para puestos de dirección o la nominación presidencial. El fenómeno es interesante, pues cada uno de estos lanzamientos implica otra “división”. Se renuncia al espíritu de grupo y se asumen aspiraciones individuales. Hace un tiempo establecí la diferencia de que en tanto Vargas corría solo, en el grupo de Mejía lo hacían a tropel, casi en desbandada. La situación, para entenderla, no hay que ser muy inteligente. Vargas se prepara para la final, en tanto que sus oponentes se afanan en clasificar. Incluso, ese ambiente se enrarece, pues hay fanáticos de Mejía que no quieren arriesgarse y proclaman como doctrina única que este sea el candidato. Sin discusión ni competencia. La iniciativa fue de Ana María Acevedo, quien lo habría voceado en el Instituto delante de aspirantes conocidos. Es una versión perredeísta de una vieja consigna reformista: “Mientras Hipólito respire, que nadie aspire ”… 
MEDIDO POR MAL CAJÓN.- El librito de Balaguer, del cual se aplica más de una página, tendría su razón de ser en que Andrés Bautista, el candidato de la preferencia de Hipólito Mejía, no cuenta con la aceptación de todo el grupo, y se considera imposible que desarrolle una fuerza individual capaz de imponerse por sí mismo. Bautista no gana por mucho que se afane y Mejía no puede remediar la situación a menos que se arriesgue a perder influencia entre su gente y a que su núcleo se desbande. No puede olvidarse que su liderazgo se asienta en otro de los principios del fenecido líder reformista. Cuando a Balaguer se le confesaban propósitos, como aspirar a altas posicio- nes, como la propia presidencia de la República, respondía positivamente: “Me parece muy bien. Usted haría un muy buen trabajo. Cuente con mi apoyo…”. No fue uno ni dos reformistas que se llevaron del cuento y gastaron fortunas en promoción, para al final sucederles lo que dice el narrador de Las Águilas, Santana Martínez, cuando un bateador se poncha: “Se lo tomó solito… pase buena…”.
CASI UNA LEYENDA.- Nadie más noble –políticamente hablando– que Mejía cuando algún miembro de su grupo lo consulta, o simplemente le informa sobre sus particulares aspiraciones. Que pueden ser a cargos de dirección o a la candidatura presidencial. Parece que ni lo piensa, como si estuviera preparado. Dice que lo ve muy bien y que cuenta con su respaldo solidario. Nadie conoce su trompo pues siempre lo tiene oculto, aunque sí embollado. Cuentan que en el interregno 2000-2004 instó a muchos compañeros de partido y subordinados de gobierno a que se lanzaran con su beneplácito, y ya se sabe lo que ocurrió después. El hombre, como se diría en las esquinas de los barrios, no es nada fácil. Aunque resulta interesante que para entender a Mejía y buscar referente haya que irse tan lejos de su temperamento y de la geografía nacional. Se tiene a manos Yo el Supremo, la novela de Augusto Roa Bastos, y que cuenta la leyenda, todo un mito en su época, del dictador paraguayo José Gaspar Rodríguez, mejor conocido como Doctor Francia… 
COMO EL DOCTOR FRANCIA.- Yo el Supremo les preparó una trampa a sus amigos que sabía que en el fondo eran sus enemigos. Hizo propalar la especie de que se había muerto y comprobar quienes celebraban y quienes lloraban, y organizó una venganza de la que no se salvaron ni los mamandos. En el caso de Mejía no se llega a esos extremos, pero sí recoge de primera mano quienes están con él de manera incondicional y quienes quisieran usarlo de escalera para subir políticamente. Hubo compañeros que se la llevaron esta vez y no se atrevieron a lanzarse, dejando que Mejía se consumiera en su propia salsa. Ahora que Ana María Acevedo anda espantando los gallos y que Juan TH aparta el grano de la paja, desde una esquinita se sotorríen complacidos de no haberse equivocado ni hacer un juego que se adivinaba en cada lanzamiento. Chupar paletas no es malo, pues sus sabores a frutas las hacen una delicia, que no es lo mismo cuando se trata de los dedos, que pueden estar sucios de muchas cosas, incluyendo letales. Quienes se crucen en el camino de Mejía que después no se quejen…

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